Hace algunos años, cuando en el dinero no me iba bien un dia cualquiera se me enredo una ilusión bastante naca; comprarme un blazer (saco casual) de color miel con el que según mi ingenuidad me habría de ver guapo.
Eran tiempos del PRI (siempre son tiempos príistas) y mi precaria situación hacía posible desearlo e imposible comprarlo. Lo cierto es que cuando la cosa mejoraba, terminaba gastando en otras pendejadas igual de innecesarias.
El tiempo pasó y mejoró mi angustiosa economía. Eso lo pude notar cuando mi casa comenzó a llenarse de cháchara y media que robaba el espacio y la paz de mi época de pobreza zen.
Entre las primeras cosas que hice (faltaba más) fue comprar el blazer tan anhelado, me lo probe varias veces para asegurarme que se veía bien y me prometí a mi mismo no engordar en demasía para seguir usandolo.
Huelga decir que la satisfacción fue total pero efímera ya que abrió un nuevo problema.
Me veía guapo sin duda dentro de los límites que la autoestima y la honestidad permiten reconocer, pero era inviable usarlo diario.
En mi cabeza sentía que las personas comenzarían a murmurar la repetición de la prenda, al punto de convertirme en un chiste de mi mismo.
Quizá exageraba, pero bien presente tenía yo a aquel profesor de física de la prepa al que le decíamos el cavernícola porque vestía la misma camisa cada día de clase, todo el año, siempre.
Ergo, después del blazer café, me compre uno azul, luego uno gris, luego uno menos café y uno negro, hasta que ya no tenía donde guardarlos.
Acumular cosas y engordar a lo pendejo es tán facil y acarrea el mismo dilema. ¿Cómo deshacerse del exceso?.
Nuevamente el tiempo pasó (siempre pasa ) y me di cuenta que ya no quería verme guapo, sino estar cómodo.
Con la edad se van volviendo insostenibles ciertas costumbres, y te das de frente con algunas verdades.
Por ejemplo, que en la vida estamos tan limitados de tiempo y espacio que no se puede acaparar tanto. Intentarlo es una chinga.
Es mejor renunciar a mucho para quedarse con lo que en verdad vale la pena y disfrutarlo plenamente.
Gradualmente me he ido despojando de las cosas que ya no caben, metaforica y materialmente.
Viviendo una cosa a la vez, pero siendo consciente de cada momento sin pensar en qué pasará después. Vaya, que prevengo para el futuro, pero no me obsesiona controlarlo por qué no sé cuánto camino queda por recorrer.
He ido despejando el guardaropa de la vida, dejando solo aquello especial (como los blazers de colores) y manteniendo un espacio para lo nuevo que va llegando.
Como leí hace tiempo, menos tienes, más libre eres.
Pues eso.