
Goce buen puerto el navegante decia mi madre al rezar el rosario..
Recuerdo bien esta frase porque de niño me imaginaba un barco perdido en la tormenta nocturna, solo, en medio de la nada.
Pensaba que al rezar podría conmover a Dios para que alejara las olas de aquel navío y encontrara tierra firme..
Hasta mis 12 años debí haber salvado muchos barcos porque el rosario se rezaba con frecuencia en casa. Mi mamá además de Católica era Guadalupana.
Viendolo en perspectiva, quizá esa parte del rezo nunca se trató de marinos, sino de náufragos. De seres perdidos cuya esperanza de sobrevivir es vaga pero que unos cuantos misterios gozosos los ponen a salvo, una suerte de Deus ex machina.
Si mi mamá estuviera le pediría que no dejará de rezar, porque uno de sus hijos, el que escribe, decidió naufragar (paradójicamente) para salvar su vida..
El embate de las olas, y la soledad de altamar a veces cimbran mi navío. Varias noches he escuchado el rugir del Kraken acechando y he sentido acercarse el fin.
Lo cierto es que al cruzar a un nuevo día pienso que no hay mar que no se haya navegado antes , que cientos de viajantes se han perdido en la inmarcesibilidad de las aguas y sin saber bien cómo han alcanzado tierra firme.
A veces me preguntó cuantó falta para la zona de calmas y me angustia la respuesta, pero luego recuerdo que lo peor que se puede hacer al salir al mar es salir con miedo..